9. Los tres templos de Jerusalén y sus diferentes medidas

La polémica sobre el codo empequeñece ante la fuerte controversia por la re­construc­ción gráfica del Templo a lo largo de la historia. Ello fue debido, fundamentalmente, a que Jerusalén había tenido dos templos dife­rentes separados diez siglos en el tiempo, más un proyecto no construido. Los diferentes autores que los describen entraban en discusiones no sólo teológicas, sino políticas.

Aunque mi primera idea fue tratar aquí con la extensión que merece el problema de la reconstrucción gráfica del Templo intentaré ahorrar el trago al lector, que a estas alturas estará ya aburrido de tanta numerología. Sin embargo, tampoco podré resumirlo demasiado, ya que el desconocimiento de la arquitectura y medidas del Templo de Jerusalén es un profundo agujero en los estudios modernos de El Escorial que me he propuesto completar [195].

[195] Los interesados en descripciones más amplias y rigurosas pueden consultar J. R. de la Cuadra, «Dos textos históricos».

9.1. El Templo de Salomón

Salomón (r. 973-931 a.C.) heredó de su padre, el rey David, un estado poderoso aunque poco evolucionado económicamente, formado por dos tronos: Israel al norte y Judá al sur. Un pueblo de pastores nómadas que él elevaría a la categoría de gran nación, cuyo prestigio e influencia se exten­dería por Oriente. David había fijado en Jerusalén su capital para centrar geográficamente la administración y dar importancia en su Monarquía a las tribus judaicas del sur.

La decisión de construir el Templo se identificó con el destino histórico de la nación hebrea, camuflando así una acción política oportuna con la que integraba los diferentes pueblos de un estado poco unificado. Se instauraba por destino divino la monarquía hereditaria y una religión monoteísta común. La clave de la nueva religión hebrea era situar en el monte Moriá, el antiguo monte Sión donde los jebuseos del sur hacían sus sacrificios, el Arca de la Alianza de los israelitas del norte, en un Santuario permanente vinculado a la monarquía.

Se­gún el Libro de Reyes, Dios dio los planos del Pri­mer Templo a David aproximadamente en el año 960 a.C., para que lo constru­yera su pacífico hi­jo Salomón y sustituir el Tabernáculo que desde el Éxodo se venía utilizando como lugar de culto y reunión, y que era la morada de Dios entre los hombres (Domus Dei) [196]. El Yahvé nómada se vuelve urbano, tomando residencia entre su pueblo, en lo que el Catolicismo ve el preludio de la habitación de Jesús entre los hombres y de la presencia real de Cristo en la Eucaristía.

Aunque probablemente todo el monte estaba ocupado por el Templo y el Palacio de Salomón, la Bi­blia solo cita las medidas in­te­rio­res del Santuario, basadas en la sencilla repetición del módulo del Sancta Sanctorum, una pe­queña capilla de 20x20 codos con una nave o Sancta a continuación de 20x40. El culto se hacía en el exterior del Santuario, y sólo los sacerdotes y el rey podían entrar en él, donde Yahvé vivía den­tro del Arca de la Alianza [197].

[196] Según la Biblia, la primera Domus Dei fue el Tabernáculo que Moisés construyó a base de telas en el desierto para albergar el Arca de la Alianza, y era una gran tienda de campaña que se desarmaba y se montaba en cada parada (Exo 35:7): «Aedificavilque ibi altare, et appellavit notnen loci Ulius, Domus Dei» («Edificó allí un altar, y llamó a aquel lugar la Casa de Dios»).

[197] I Re 6:2-16 (también en II Crón 3:1-17): Para hacernos una idea de la dificultad de una interpretación literal del texto, seleccionamos a continuación algunos de los párrafos más significativos: «La casa que el rey Salomón edificó a Jehová tenía sesenta codos de largo y veinte de ancho, y treinta codos de alto. Y el pórtico delante del templo de la casa tenía veinte codos de largo a lo ancho de la casa, y el ancho delante de la casa era de diez codos. E hizo a la casa ventanas anchas por dentro y estrechas por fuera. Edificó también junto al muro de la casa aposentos alrededor, contra las paredes de la casa alrededor del templo y del Lugar Santísimo [Sancta Sanctorum, donde se guardaba el Arca de la Alianza]; e hizo cámaras laterales alrededor […] La puerta del aposento de en medio estaba al lado derecho de la casa; y se subía por una escalera de caracol al de en medio, y del aposento de en medio al tercero. […] hizo al final de la casa un edificio de veinte codos, de tablas de cedro desde el suelo hasta lo más alto; así hizo en la casa un aposento que es el Lugar Santísimo. La Casa [Sancta], esto es, el templo de adelante, tenía cuarenta codos […] El Lugar Santísimo estaba en la parte de adentro, el cual tenía veinte codos de largo, veinte de ancho, y veinte de altura». Es importante recalcar el carácter oscuro del Sancta Sanctorum, que se mantendrá constante en las reconstrucciones de Herodes y de Ezequiel.

«Con la construcción del Templo de Salomón Dios fijó su residencia entre su pueblo, en lo que el Catolicismo ve el preludio de la presencia real de Cristo en la Eucaristía.»

Un asunto destacado por los cronistas de El Escorial es que el Templo de Salomón estaba totalmente construido en piedra: no hay en El Escorial ladrillos ni tejas, incluso la pizarra de los tejados es una forma de piedra. El padre Sigüenza [198] sugería además que la idea de Herrera de labrar las piedras en la misma cante­ra para ahorrar tiempo estaba basada en el ejemplo del rey Salomón, que, según la Biblia, servía para alejar el ruido de los martillos del lugar sagrado [199].

Además, hay que destacar el fuerte simbolismo ligado a la bendición y colocación de las principales piedras de El Escorial, hecho muy destacado por la totalidad de los primeros cronistas.

La iluminación interior del Templo se conseguía con clerestorios (ventanas abocinadas «anchas por dentro y estrechas por fuera», I Re 6:4), lo que sirvió al tratadista barroco Juan de Caramuel para proponer el origen de la arquitectura oblicua barroca en el Templo de Jerusalén y en El Escorial [200]. Las columnas salomónicas serían la seña de identidad del barroco hispanoamericano.

La Biblia describe el Palacio de forma menos precisa: el Salón de las Columnas, de 50x30 codos, acceso al conjunto palaciego, el Palacio privado, del que no se citan medidas, y la Casa del Bosque del Líbano, de 100x50x30 codos, donde se guardaba el tesoro real. Se detiene más en los edificios accesibles al público donde el rey impartía justicia: el Salón del Trono, de marfil y oro sobre seis peldaños con doce leones [201]. El rey era la instancia suprema, y juzgar era una de sus principales actividades.

[198] J. de Sigüenza, Fundación, III.IX, pág. 105. La piedra llega hasta las inscripciones que redactara Arias Montano para los relieves del pórfido negro que presiden los extremos de las salas capitulares de los monjes. El pórfido es una piedra volcánica más dura que el granito y prácticamente eterna. G. Kubler (El Escorial, pág. 115) descubrió que Juan Bautista de Toledo ya había ordenado en una disposición personal que se aplicara este método en El Escorial para los marcos de puertas y ventanas.
[199] «Y cuando se edificó la casa, la fabricaron de piedras que traían ya acabadas, de tal manera que cuando la edificaban, ni martillos ni hachas se oyeron en la casa, ni ningún otro instrumento de hierro» (I Rey 6:7).
[200] «Tenía Ventanas este Templo ·Lib. 3. Reg. Cap. 4· Atvmin, Obliquas, las llama la Sagrada Escritura: con que se prueba claramente, que cuenta muchos años de antiguedad este genero de Architectura» (J. Caramuel, Arquitectura recta y oblicua, tomo I, pág. 44). Caramuel propone El Escorial como un modelo de sus ideas oblicuas, contra los de la Secta Vitruviana: «Estudio Philippe con toda perfeccion las Mathematicas, y muy en especial la Architectura: y para instruir a la Posteridad, quiso que como el Pantheon en Roma, era el libro, en que estudiaba Michel Angelo; assi en Castilla la Vieja, el Templo y Palacio de San Lorencio, que se llama el Escurial, fuese el libro, en que las ideas de Obras Rectas y Oblicuas, que concibio y imagino con su real mano, las mirasse, y admirasse la posteridad» (ibídem, tomo I, pág. 16).
[201] Respectivamente I Re 7:6, 7:8, 11:3, 7:2-5, 7:7 y 10:18-20.

9.2. El Templo de Herodes

Tras su destruc­ción a manos de Babilo­nia, y pasados casi diez siglos, el rey Hero­des reconstruyó el Templo para congraciarse con el pueblo hebreo [202]. Pese a ello, los ju­díos no le perdonaron el que introdujera elementos clásicos romanos en su diseño. Este Se­­gun­do Templo fue el que conoció Jesús y éste debería ser el que apareciera en los cuadros que narraban escenas del Evangelio [203].

En cuanto a su forma, las medidas interiores del Templo de Herodes coin­cidían con las del de Salomón, ya que debió aprovechar al menos su cimentación y parte de su estructura, aunque dotando al edificio de más altura y una nueva fachada de estilo clásico. El Arca de la Alianza ya no estaba porque se perdió tras la primera destrucción del templo.

El Santuario In­te­rior -el Templo propiamente dicho- tenía forma de «T» invertida inscrita en un cuadrado de 100x100 co­dos, enmarcado en un edificio exterior claramente rectangular de 140x300 codos [204] con los muros de la entrada algo más bajos, por lo que quedaba con dos niveles diferentes de cornisa.

«Porque esta parte del templo se llamaua el templo santo, y subiase à el por catorze gradas del primero, era en lo alto quadra­do y cercado de otro muro que tenia para si propio: cuya altura, aunque por de­fuera passaua de quarenta codos, estaua pero cubierta con las gradas que tenia, la de dedentro tenia veynte y cinco codos [...] Auia despues d'stas catorze gradas vn espacio has­ta el muro, llano y de trezientos codos [...] Estaua el templo, es à saber el templo sacro sancto en medio, y subian à el por doze gradas, la altura y anchura por de frente era de cien codos [...]

Toda la altura tenia cien co­dos, y por baxo no tenia mas de quarenta [...] Los que entrauan, venian à dar en otra parte mas baxa, cuya altura tenía bien sesenta codos, y la largura otros tantos, y la anchura veynte, diuididos otra vez en quaren­ta, la primera parte estaba separada quarenta codos [...] La parte del tem­plo mas adetro era de veynte codos, apartauase de la de defuera con otro semejante velo [...] y esta era la que llamauan sancta sancto­rum» [205].

[202] A partir de la conquista de Jerusalén por Pompeyo, medio siglo antes de Cristo, Judea quedó bajo la vigilancia de Siria. Roma tenía un imperio demasiado extenso para su gobierno directo, por lo que nombró rey a Antípater (r. 63-37 a.C.). Su hijo Herodes el Grande, que no era de ascendencia judía, sino idumea, buscó el prestigio de su nuevo pueblo ampliando el Templo y dignificando su reinado. Se empezó en el año 19 a.C., y tardó nueve años y medio en terminarse, aunque los últimos acabados se prolongaron hasta el 62 d.C. Para entender mejor las malas relaciones seculares entre los árabes de Edom y el pueblo de Judá ver por ejemplo Gen 27:27-29 y 32:4-33; Sal 137:7-9; Eze 35,5 10-12, 15 y Abdías 1:10-16.
[203] Desde la Edad Media era habitual confundir el Templo de Salomón con el que conoció Jesucristo. Por ejemplo, en los Evangelios Apócrifos puede leerse en las Actas de Pilatos: «Éste ha dicho: "Yo soy capaz de destruir este templo y reedificarlo en tres días". Dijo Pilato: "¿Qué templo?" Respondieron los judíos: "Aquel que edificó Salomón en cuarenta y seis años, éste dice que lo va a destruir y reedificar en tres días"» (Act Pil IV.1).
[204] Es en esta medida exterior donde hay mayores desviaciones entre los estudiosos. Aunque yo tomaré 140 codos, porque es la medida lógica para un interior de 135 codos contando con muros de 2,5 codos (poco más de un metro) y se corresponde con el módulo usado en el resto del Templo de 20 codos, algunos autores redondean a 150 codos «Los que han leído a los maestros antiguos de aquella Iglesia antigua, visto originalmente sus historias, sus tradiciones y decretos, dicen que el atrio interior que rodeaba el templo […] tenía de largo, de Oriente a Poniente, ciento cincuenta codos» (J. de Sigüenza, Descripción, IV.XXI, pág. 611). El jerónimo también simplificaba los cuatro atrios de la Misnah a los dos de Josefo: el de los sacerdotes, que rodeaba el Santuario, y el segundo, que Sigüenza llama «exterior, grande y de Israel».
[205] F. Josefo, Guerra de los Judíos, VI.VI, t. II, págs. 248v-251. En la Misnah (págs. 1033s) las descripciones son similares a las de Josefo, aunque difiere en algunas medidas y añade otras, como la del ancho del Templo: «El atrio de las mujeres tenía ciento treinta y cinco co­dos de largo por ciento treinta y cinco codos de alto; tenía cuatro estancias en los cuatro ángulos de cuarenta codos cada una. Así será también en el futuro, porque está escrito: "me sacó al atrio exterior, y me hizo pasar los cuatro ángulos del atrio. En cada ángulo del atrio había un patio. En los cuatro ángulos del atrio había patios cercados", cercados, es decir, sin techo» (Men II.5, pág. 1032). Este último texto es una paráfrasis de Ez 46:21-22, como veremos en el capítulo del Templo de Ezequiel, que también tenía cuatro patios en sus esquinas, pero en las exteriores.

«El Segundo Templo fue el que conoció Jesús y el que aparecía en los cuadros con escenas del Evangelio. Era rectangular, con cuatro patios en el acceso, seis torres y fachada de estilo romano. Estaba ocupado por cien sacerdotes

Estaba situado en la explanada del monte Moriah, que Herodes habría ampliado y amurallado hasta hacer un recinto de 500x500 codos, aunque estas medidas contrastan con la realidad física actual del monte, que es más bien rectangular.

Según Josefo, se duplicó el atrio del templo (Guerras, I.XVI), para lo que se amplió el muro con bloques de piedra gigantescos y se enrasó el terreno. Probablemente la ubicación del Santuario coincidía con la actual mezquita de la Cúpula de la Roca [206]. El resto occidental de la muralla es el actual Muro de las Lamentaciones.

[206] El Santuario no estaba situado en el eje de simetría, como en el de la visión de Ezequiel, sino que «el espacio [abierto] mayor se encontraba en el sur, en segundo lugar en el este, en tercer lugar en el norte y muy poco en el oeste» (Men II.1). Es raro que un párrafo tan claro no se haya seguido por la totalidad de los reconstructores del Templo, pero podría servir para explicar los diferentes patios exteriores de El Escorial: el mayor al Sur (el Jardín de los frailes), el segundo al Oeste, el tercero al Norte, y los jardines reales al Este, a los lados del mango de la parrilla.
Templo de Herodes según C.J. Melchior, Marqués de Vogüe (1853, Le Temple de Jérusalem)
Reconstrucción del Templo de Jerusalén según la Encyclopaedia Judaica (1971) y vista del Patio de los Sacerdotes del Templo de Salomón (sin los patios en cruz del de Herodes), tal como lo imaginó un impresor alemán de principios del s. XVI.

Este edificio exterior estaba dividido en patios: el occidental, cuadrado, donde sólo accedían los sacerdotes; una franja intermedia para los israelitas y el atrio exterior, con cuatro patios cuadrados para el sacrificio en la hoguera de los animales, conocido como «patios de las cocinas» (como los cuatro patios menores del convento de El Escorial). Todo ello enmarcado por seis torres, cuatro en las esquinas y dos en medio de los muros norte y sur (otra vez como el convento).

Posible ubicación del Templo en el monte actual (L. Ritmeyer, The Temple and the Rock, 1996)

La descripción de la fachada sólo se encuentra en las Antigüedades (XV.XI, p. 119): «El Templo, lo mismo que el pórtico real, era más alto en el centro que en las alas laterales». Este párrafo normalmente se ha interpretado como que la fachada quedaba rematada por un frontón triangular, al estilo romano, aunque otras fuentes lo suponen plano, con las naves laterales escalonadas.

Josefo menciona que en el interior del Templo de Jerusalén tenía «apartamientos que pudiessen recibir dentro muchos hombres y cien camas» (Guerras, VI.VI, p. 248v), dato que tal vez impulsó a Felipe II a doblar el número de monjes que velarían su tumba.

Las tropas de Tito destruyeron el Templo de Herodes en el año 70 d.C., y desde entonces los judíos, llorándolo desde el Muro de las Lamentaciones y en espera de su reconstrucción, lo consideraron como sím­bolo de su gloria perdi­da.

En el año 636 el califa Omar conquistó Jerusalén, construyendo la actual Mezquita de la Roca en el solar del antiguo Templo para rematar esta compleja historia.

9.3. El Templo de Ezequiel

Como la re­cons­trucción del Templo era defendida por los judíos como una consecuencia de la de­finitiva alian­za del pueblo hebreo con Yahvé, la Con­trarreforma tomó partido por un tercer Templo, el que Dios había revelado en un sueño al Pro­feta Eze­quiel (n. 622 a.C.) du­rante su exilio en Babilo­nia, pese a que nunca había llegado a construirse [207].

A diferencia del templo rectan­gular de Herodes, se inscribía en un cuadrado perfecto de 500x500 codos que, en rigor, excedía del espacio real del monte [208]. Su núcleo central era rectangular, igual que en los dos primeros (200x350 codos contra 140x300 codos), pero la tendencia al dibujarlo, especialmente desde Villalpando, es a integrar este núcleo en el muro-edificio perimetral.

Una de las diferencias más notables entre los templos es que los patios cruciformes cuadrados de 40x40 codos del templo de Herodes se transformen aquí en cuatro patios en las esquinas de 40x30 codos, lejos del Santuario, lo que como veremos crea mucha confusión con las diversas reconstrucciones del Templo [209].

[207] Descrito con todo detalle en el Libro del Profeta Ezequiel, sobre todo en los capítulos 40 al 43.
[208] La descripción del Santuario interior está en Ez 41: «Midió también su longitud, de veinte codos, y la anchura de veinte codos, delante del Templo; y me dijo: Éste es el Lugar Santísimo […] Luego midió la Casa, cien codos de largo; y el espacio abierto y el edificio y sus paredes, de cien codos de longitud […] A los cuatro lados lo midió; tenía un muro todo alrededor, de quinientas cañas de longitud y quinientas cañas de ancho, para hacer separación entre el santuario y el lugar profano».
[209] «Llevome luego al atrio exterior, y me hizo pasar por los cuatro ángulos del atrio, y vi que a cada ángulo del atrio había un patio de cuarenta codos de largo y treinta de ancho, todos cuatro de las mismas medidas en cada uno de los cuatro ángulos, y en todos ellos había en torno una pared y abajo fogones [culinae fabricatae en la Vulgata] alrededor de las paredes, y me dijo: Estas son las cocinas [domus culinarum] donde los servidores de la casa cocerán el sacrificio del pueblo» (Ez 46:21s).

«El Templo que soñó el profeta Ezequiel tenía muchas semejanzas con los otros dos templos, pero era cuadrado y mucho más grande que estos

Reconstrucción del Templo de Ezequiel a la luz de la arqueología de la época (1887) del arqueólogo Georges Perrot y el arquitecto e historiador Charles Chipiez (History of art in Sardinia, Judæa, Syria, and Asia Minor, ed. Londres-Nueva York, 1890)

9.4. Diferencias entre los tres edificios

En resumen, las diferencias entre los tres proyectos sucesivos del Templo son importantes y signi­fi­ca­tivas:

  • El de Salomón, del que sólo se conocían sus pequeñas medidas interiores, era el que tenía el prestigio.

  • El rectangular de Herodes, ree­di­ficado por un infame servidor de Roma, era el que había conocido Jesu­cristo.

  • El templo cuadrado soñado por Ezequiel, que no había llegado a cons­truirse, había sido proyectado también por Dios.

A continuación, podemos ver mi propuesta de reconstrucción gráfica del Segundo Templo de Jerusalén y su Santuario interior, definiendo primero las medidas y modulaciones que se deducen de las fuentes antes descritas (principalmente Josefo y la Misnah, con sus pequeñas diferencias).

Esquema gráfico de la modulación a 20 codos del Santuario Interior del Templo de Jerusalén y reconstrucción arquitectónica dibujada con el lenguaje arquitectónico de El Escorial para subrayar los parecidos entre los dos edificios, mostrando también las diferencias entre las descripciones de la Misnah y de las Guerras de Josefo. Así, por ejemplo, he recortado los brazos del frontal del santuario, como hacen muchas otras reconstrucciones para favorecer el parecido con el «mango de la parrilla» escurialense (dibujo del autor).

9.5. Resumen gráfico de reconstrucciones del Templo de Jerusalén

En el siguiente resumen de las propuestas de reconstrucción del Templo podemos ver que no sólo hay propuestas rectangulares o cuadradas. Algunos se las ingeniaron para meter el rectángulo en un cuadrado, perder la simetría cuadrada de la descripción bíblica de Ezequiel para admitir algunas de las descripciones de Josefo, o directamente inventar tipologías nuevas, lo que dificulta hacer clasificaciones muy rigurosas [210].

Aunque sería muy interesante estudiar aquí las diferencias de las reconstrucciones arquitectónicas del Templo de Jerusalén, me limitaré para no alargar el asunto más de lo necesario a reproducir la imagen de las principales de ellas por orden cronológico, algo que puede ser igual de concluyente para mostrar uno de los propósitos de este escrito: la reconstrucción arquitectónica de una fuente literaria es un objetivo inalcanzable, pero al menos suele generar fructíferas obras de arte.

En las diferentes imágenes del Templo que veremos a continuación, las nuevas aportaciones de la arqueología o la filología se mezclaban con ideas arquitectónicas propias o con eruditas discusiones sobre la certeza de las fuentes. En general el rigor con las medidas se somete al interés por la disposición de los elementos o a las florituras estéticas. Es muy llamativo comprobar cómo pueden ser tan diferentes e incluso contradictorias unas reconstrucciones de otras, siendo todas representaciones del mismo edificio [211].

Pero bastaría con intentar hacer una reconstrucción propia del Templo para ver las dificultades de una tarea que –ingenuamente– parecía sencilla al principio. Y especialmente cuando surge la necesidad inexcusable de plantear hipótesis en muchas de las disposiciones clave, como si fuera un crucigrama, ya que los textos de la Biblia y de Josefo son a menudo demasiado ambiguos.

[210] Para la compleja historia de las principales reconstrucciones del Templo y, sobre todo, la de Villalpando, recomiendo empezar consultando Dios, Arquitecto, J. A. Ramírez, ed.; Th. A. Busink, Der Tempel; M. C. y H. A. Klein, Temple beyond time; S. Tigerman, Architecture of Exile y H. Rosenau, Vision of the Temple.
[211] Otro ejemplo de este proceso de reconstrucción arquitectónica de un texto literario sin posibilidades arqueológicas puede verse en el uso comprobado de las Epístolas de Plinio por Rafael para proyectar la Villa Madama. Pese al origen claro, reconocido por el propio Rafael, las diferencias con la Villa de Plinio son a veces muy grandes (cfr. James S. Ackerman, La villa, pág. 29). Y es que la descripción fiel por escrito de la realidad tridimensional y su posterior reconstrucción es una tarea mucho más difícil de lo que se puede creer al principio, más todavía con un edificio. Baste con pensar la dificultad de explicar por teléfono cómo llegar en coche a nuestra propia casa, y lo arduo de reconstruir ese mismo camino para nuestro interlocutor. Me gustaría proponer al lector un ejercicio que le hará entender mejor este asunto: la próxima vez que vaya a una casa que no conozca, pídale al propietario que se la describa minuciosamente por teléfono antes de visitarla, incluso con medidas. Lleve luego los dibujos en los que haya intentado reconstruir la casa y descubra lo diferente que puede ser la realidad de la idea que se había formado.

«La reconstrucción arquitectónica de una fuente literaria es un objetivo inalcanzable, pero artísticamente muy productivo, como demuestra la gran variedad de propuestas a lo largo de la historia.»

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