8. Las medidas de El Escorial: Herodoto y el codo bíblico

De las muchas teorías que se han divulgado sobre las in­ten­cio­nes del proyecto de El Es­corial, tal vez la que se basa en el Templo de Salomón sea la más antigua y la más di­fundida. Sin embargo, tanto las fuentes contemporáneas como la mayoría de los autores modernos [180] se li­mi­tan a indicar la importancia simbólica del «salomonismo» en El Escorial, negando cual­quier tipo de influencia del Templo de Jerusalén en su traza y medidas [181].

Y es precisamente en la arquitectura y en las medidas del monasterio donde podemos encontrar las principales influencias del Templo. El problema de las medidas es que en el siglo XVI no se medía en metros, sino en pies, y cada país y región tenía una medida de pie diferente. Para complicar más el asunto, los antiguos hebreos construyeron el Templo usando codos [182].

La búsqueda de la equivalencia de dichas medidas nos llevará a un inmenso mar de datos donde los diferentes investigadores parecen competir por dar medidas totalmente discordantes, algunos de tanto prestigio como Vitruvio, Newton o Le Corbusier.

Por suerte para esta investigación, hacia 1560 el número de propuestas era mucho más limitado. Mediante el estudio de los textos contemporáneos de Felipe II y autores clásicos como Herodoto, entenderemos mucho mejor el origen de las medidas del edificio.

Aunque aviso de antemano que se trata de un capítulo especialmente espeso. Temo que voy a tener que ponerme muy farragoso con este asunto de las medidas, porque me parece imprescindible para entender la génesis del proyecto de El Escorial.

[180] J. R. de la Cuadra, «Historiadores modernos».
[181] Con una notable excepción: L. Moya, «Caracteres peculiares». Una obra que toca el asunto con sorprendente claridad de ideas, desde el punto de vista simbólico, es la de C. von der Osten, Estu­dio ico­nológico.
[182] Este capítulo es un resumen de mi publicación J. R. de la Cuadra, «Génesis de las medidas». El lector curioso puede consultarlo para ampliar mis fuentes y razonamientos.

«En el siglo XVI no se medía en metros, sino en pies, y cada país y región tenían su propia medida pie. Además, los antiguos hebreos construyeron el Templo usando codos.»

8.1. Sobre la métrica antigua: pies y codos

En el Renacimiento, como prácticamente en todas las culturas y épocas, se me­día en codos, pies, palmos y dedos, medidas antropométricas acordes con la idea de que «el hombre es la medida de todas las cosas». El problema es que las personas tienen alturas y medidas distintas, por lo que un edificio medido por un hombre más alto que otro tendría medidas diferentes. Para ello se estable­cían medidas oficiales. Era habitual marcar una vara de tres pies en algún lugar público como referencia para el pueblo.

El codo y el pie eran medidas de uso común en la España del siglo XVI, y lo se­rían hasta mediados del XIX. Pero cada región y cada época tenían medidas sutilmente diferentes. No medía lo mismo un pie burgalés que uno aragonés, romano, griego o asirio. Por otra parte, las medidas de la Biblia eran los codos egipcios o babilónicos, medidas imperantes en el Israel de Salomón y en la Babilonia de Ezequiel durante el exilio del pueblo hebreo.

«En el Renacimiento las medidas eran antropométricas. EL problema es que las personas tienen medidas diferentes.»

Y en función de lo que se midiera se usaba también el pie y sus fracciones. Para medir el suelo de una habitación no se necesitaría más instrumento que nuestros propios pies, recorriendo el suelo poniendo uno a continuación del otro. Igualmente, cuando alguien decía que una habitación tenía cinco codos de altura nadie necesitaba hacer conversiones, imaginaban su propio codo.

Julia Roberts en Pretty Woman, intentando impresionar a Richard Gere, le comentaba casualmente en su primer encuentro: «Sabes que el pie mide como el brazo desde el codo a la muñeca? ¿Lo sabías? Lo sé por el Trivial». Mucho me temo que la medida de un codo en pies no esté tan clara como para que la bella Julia se gane un quesito.

8.2. Sobre las unidades de medida en El Escorial: el pie castellano

En el año 1567 y tras el fracaso del Ordenamiento de Montalvo, iniciado por los Reyes Católicos en 1484, Felipe II promulgó el código conocido como «Nueva Recopilación de las Leyes de España». El rey intentaba acabar con el caos legislativo existente, y con esa idea promulgó desde El Escorial la Pragmática del 24 de junio de 1568 en la que establece que «la vara castellana que se ha de usar en todos estos reynos, sea la que hay, y tiene, la ciudad de Burgos» [183].

En cuanto a la unidad de medida usada en El Escorial, no cabe ninguna duda: se usó la tercera parte de la vara castellana, es decir el pie castellano, que equivale a cuatro palmos o dieciséis dedos. El padre Sigüenza [184] explica así el «pitipié» o escala gráfica de Herrera en los grabados de Perret:

«El pie es una tercia de vara castellana, que tiene cuatro palmos, y cada palmo cuatro dedos, y cada dedo, cuatro granos de cebada ladilla». En el libro anterior explicaba lo que se entiende por palmo, que es diferente de «palma», es decir la distancia del extremo del meñique al pulgar: «[Los pies], que tienen dieciséis dedos, partidos en cuatro palmos (palmo se llama, hablando propiamente, los cuatro dedos de la mano por las conjeturas más altas); es este pie lo que responde a una tercia de la vara castellana» [185].

[183] Este intento de unificación métrica no debió producir los resultados deseados, ya que, cuando en 1852 se dicta la Real Orden estableciendo el Sistema Métrico Decimal en España, se contabilizan hasta veinte sistemas de medida diferentes. Dentro de estos sistemas nos encontramos con valores que van desde los 0,768 m de la vara de Teruel hasta los 0,912 m de la de Alicante, además de las distintas cañas utilizadas en Cataluña, alrededor de los 155 centímetros, o el destre mallorquín con sus 4,214 m. La medida más extendida en su utilización era la vara de Burgos o de Castilla, con tres pies de 27,86 cm, difundida por veinticinco provincias, pero dándose singularidades como la de Madrid con su pie de 28,10 cm.
[184] J. de Sigüenza, Descripción, IV.I, pág. 292.
[185] J. de Sigüenza, Fundación, III.III, pág. 44.

«Tanto el padre Sigüenza como Juan de Herrera confirman que en El Escorial se usó el pie castellano o de Burgos»

El mismo Juan de Herrera lo confirma también para que no queden dudas en su Sumario: «va puesto un pie de vara Castellana, diudido segun la constumbre destos reynos de Castilla en palmos, dedos y minutos de dedos, que ha sido medida común de toda esta fabrica» [186].

[186] J. de Herrera, Sumario, fol. 32v.

8.3. Sobre el tipo de codo bíblico: el codo sagrado

Cuando la Biblia describe con minuciosidad las medidas del Arca de Noé, el Tabernáculo de Moisés, el Arca de la Alianza y los Templos de Salomón y Ezequiel utiliza una única medida: el codo. Pero, por distintos motivos, a lo largo de la Historia ha habido una gran controversia sobre cuánto medía este codo e, incluso, qué tipo de codo era.

El codo vulgar, el que usaba el pueblo, se tomaba a puño cerrado y medía seis palmos: era muy cómodo medir con una cuerda extendida y enrollarla posteriormente entre el pulgar y el codo. El número de vueltas multiplicadas por dos nos daría la medida en codos vulgares [187].

Ese debió ser el codo del relato del enfrentamiento entre el pastor David, armado sólo con su honda, y Goliat, el campeón filisteo, «cuya estatura era de seis codos y un palmo». Puesto que el palmo es la sexta parte del codo vulgar, su altura debió ser de 6,17 codos (unos algo exagerados 2,60 metros de estatura) [188].

En la actualidad está totalmente aceptado que en el Templo de Salomón se usó el codo sagrado, distancia del codo al dedo medio de la palma extendida, y por tanto un palmo mayor que el vulgar. Lo ava­lan tanto la exégesis bíblica como la arqueología en Oriente Próximo y Egipto [189].

Lo que entonces se conocía por palmo es lo que ahora solemos llamar palma, es decir, no la distancia entre el meñique y el pulgar con la mano extendida, sino la suma de los cuatro dedos juntos del índice al meñique. Por ello se habla de que un palmo equivale a cuatro dedos, siendo el dedo la medida del ancho del índice (más o menos 2 cm).

[187] En la Biblia hay varias maneras de referirse al codo, por lo que algunos lo consideraron errores de traducción y otros una oportunidad para hacer gala de su erudición filológica. La primera vez que se usa en el Texto Sagrado la palabra codo ('ammâh en el original, cubitus en la Vulgata) es al describir el lecho de hierro de Og, rey de Basán, cuyas medidas eran de 9x4 codos: «Novem cubitos habens longitudinis et quatuor latitudinis ad mensuram cubiti virilis manus» (Deut 3:11). La versión de la B.A.C. traduce esta última expresión por «codos ordinarios», aunque la Biblia de Ferrara (pág. 252), que fue traducida por sefardíes palabra por palabra en 1553, es más literal: «codo de varó».

[188] I Sam 17:4; «et egressus est vir spurius de castris Philisthinorum nomine Goliath de Geth altitudinis sex cubitorum et palmo» en la Vulgata; la Biblia de Ferrara traduce literalmente: «Y salió varón entre los dos: de reales de Pelestim Goliath su nombre de Gath: su altura seys codos y palmo». Está claro que debía ser alto, pero interesaba exagerar la victoria del joven pastor David para crear un relato épico en torno al nuevo líder judío.
[189] F. Chueca, Catedral de Valladolid, pág. 73: «Es un hecho demostrado que los antiguos pueblos caldeo, egipcio, hebreo [...] utilizaban dos clases de medidas: unas eran las unidades de medidas sagradas reservadas a los templos y palacios de las sagradas dinastías, sólo conocidas y manejadas por los sacerdotes y los iniciados; las otras pertenecían al común del pueblo y eran empleadas en obras profanas y de utilidad [...] El codo egipcio, el codo piramidal, ya era conocido por el pueblo hebreo cuando llegó a Egipto, que lo consideraba como un precioso don recibido por revelación divina».

«Actualmente se acepta que en el Templo de Salomón se usó el codo sagrado, a mano extendida, un palmo más grande que el usado comúnmente.»

Y en cuanto al codo usado por Ezequiel, cuando profetiza desde el exilio en Babilonia la reconstrucción del Templo de Jerusalén, no hay la menor duda. La Biblia señala explícitamente en dos ocasiones que usaba un codo sagrado de siete palmos o veintiocho dedos, y no el codo vulgar (como el que se usaba en Roma) de seis palmos y veinticuatro dedos [190].

[190] En la traducción de la B.A.C, dice: «un varón de aspecto como de bronce bruñido, que tenía en la mano una cuerda de lino y una caña de medir [calamus mensurae] [...] de seis codos; de un codo y un palmo [sex cubitorum et palmo]» (Ez 40:3-5). Aunque más adelante sea mucho más explícito: «He aquí las medidas del altar en codos exactos de codo y palmo [Istæ autem mensura altaris in cubito verissimo, qui habebat cubitum et palmum]» (Ez 43:13).

8.4. Mi propuesta: el codo de 31 dedos del padre Jerónimo del Prado

El jesuita Jerónimo del Prado, socio de Villalpando hasta su muerte en 1595, regaló a Felipe II el manuscrito Compendio de la segvnda parte de los comentarios sobre el propheta Ezechiel, como avance de los trabajos que estaban realizando en Roma desde 1592. Prado, interpretando al historiador griego Herodoto, proponía añadir tres dedos adicionales a los 28 dedos del palmicodo castellano (codo sagrado de codo y palmo), ya que los codos reales babilónicos eran algo mayores que los de su época:

«El propheta Ezechiel captivo en Babilonia compara el codo sagrado y antiguo con el comun de Babilonia y dize que era un palmo mayor [cuatro dedos] por lo cual le llama en este lugar palmicodo. Herodoto que vivio en tiempo de los Persas, compara el codo Asirio, o Babilonio, que llama Regio (al de su tiempo), y dize que le excedia en tres dedos [...]» [191].

[191] J. del Prado, Compendio, pág. I-66. Posteriormente, y sin ninguna justificación ni cita, el padre Prado sigue añadiendo dedos sin dar ya ningún criterio histórico, solo para justificar el desmesurado tamaño de su propuesta de reconstrucción del Templo.
Manuscrito de Jerónimo del Prado entregado a Felipe II donde propone de forma muy certe-ra cuál pudo ser el la correspondencia entre las medidas usadas por Ezequiel y las de su épo-ca. Abajo, la cita a Herodoto de Halicarnaso (Los nueve libros de la Historia. Libro I, 178, siglo VI a.C.) que sumaba además tres dedos más al correlacionar los diferentes codos.

«Para medir y explicar la génesis de El Escorial propongo un módulo de 20 codos de 31 dedos, equivalente a 38¾ pies

Tomando por tanto codos de 31 dedos, es decir 31/16 pies por codo, propongo medir El Escorial con un módulo de 20 codos (20x31/16 = 38¾ pies). Este módulo fue el usado por Salomón, Herodes y Ezequiel para el Sancta Sanctorum (20x20 codos), el Sancta (20x40 codos) y el exterior del Templo (100x100 codos). Veremos ahora la traslación actual de este codo a metros.

8.5. Sobre la relación entre el pie, el codo y el metro

Cuando se construyó El Escorial aún faltaban más de 200 años para que los franceses definieran el metro como unidad de longitud, y optaran por una rebuscada definición no antropométrica, que era lo habitual hasta entonces. Antes de 1793 el pie y el codo eran medidas de uso común y su relación era clara y conocida. Un codo vulgar mide pie y medio, como fijaba por ejemplo Vitruvio[192], y por lo tanto una relación en dedos de 24/16 (= 1,50). Sin embargo, ya he señalado que los codos sagrados usados en la Biblia eran un palmo mayor, por lo que la relación debería ser de 28/16 (es decir 1,75) [193].

[192] Marco Vitruvio Pollion de arqchitectvra, III.I, pág. 58.
[193] Además, los autores han tendido a idealizar las medidas de la Biblia según sus intereses, especialmente para demostrar el impresionante tamaño del Templo de Ezequiel, como hizo Villalpando con un codo de 45½ dedos, o para que cupieran todos los animales en el Arca de Noé, por lo que San Agustín y Orígenes proponían un codo de 96 dedos. Otros autores, como el Padre Sigüenza y el jesuita Atanasius Kircher, negaban que el codo bíblico fuera otro distinto del codo vulgar de la época, para demostrar que el Templo de Salomón era un sobrio edificio de apenas el tamaño de una pequeña iglesia y que dicha medida era suficiente para todos los animales del Arca. Como diríamos ahora, se trataba de una discusión profundamente ideologizada entre ampulosos Simbolistas y rigurosos Historicistas.

Es de sobra conocido, sobre todo por el dibujo que dedicó Leonardo da Vinci acomentar las proporciones humanas según Vitruvio, que la envergadura de un hombre es de cuatro codos, tanto con los brazos abiertos, como de altura, de donde se deduce que un hombre mide seis pies.

Ello implicaría que un soldado romano medio mediría 1,77 cm, uno castellano del Renacimiento 1,67 cm, y los famosos seis pies de terreno que ofrecían para descansar a los vaqueros en el Salvaje Oeste equivaldrían a 1,83 cm (tomando pedes latinos de 29,577 cm, pies castellanos de 27,86 cm y feets norteamericanos de 30,48 cm, respectivamente). En todo caso, medidas razonables para un hombre adulto más bien alto.

No quiero extenderme demasiado en citar las propuestas de los diferentes autores sobre la medida en metros del codo bíblico, asunto al que se han dedicado enormes montañas de papel, por lo que me limitaré a resumirlas en un cuadro donde he ordenado cronológicamente sus medidas en centímetros [194]. He marcado en rojo mi propuesta de cuál pudo ser la medida que se usó para proyectar El Escorial: un codo de 53,89 cm.

Como vemos en la siguiente gráfica, es muy destacable la gran cantidad de autores del Manierismo y el Barroco que escribieron espoleados por la colocación en El Escorial de la estatua de Salomón en 1584, entre los que se incluye el mismo Villalpando, y por la ola de salomonismo arquitectónico causado por las columnas torsas del Baldaquino de San Pedro de 1633, que Gian Lorenzo Bernini copió de las que se conservan en el Vaticano y que según la leyenda habrían sido en las que se apoyó Jesús de niño mientras discutía con los doctores en el Templo de Jerusalén.

También a mediados del XIX la apertura a Egipto y Oriente permitió los primeros estudios arqueológicos que, junto con una renovada atracción por el ocultismo y la masonería, volvieron a reabrir el interés por el asunto con nuevos y muy interesantes y eruditos estudios. Como vemos, y perdónenme la perogrullada, la mayoría de los codos propues-tos miden lo que suele medir un codo humano normal: entre 52 y 56 cm.

[194] De nuevo remito al lector curioso a mi artículo «Génesis de las medidas» donde desarrollo todas las citas de los diferentes autores, muchas de ellas francamente divertidas para nuestra mentalidad actual.

«La mayoría de los estudiosos y arqueólogos proponen codos de entre 52 y 56 cm, que coincide con la medida normal en un hombre

De la evolución de las propuestas de medida del codo a lo largo del tiempo se pueden extraer las siguientes conclusiones:

  1. El interés por el asunto surge con Herodoto, padre de la Historiografía moderna, que relató las Guerras Médicas entre griegos y persas. Prosiguió con los estudios bíblicos, los de los Padres de la Iglesia y los de los rabinos.

  2. Tras la terminación de El Escorial, los estudios sobre el Templo de Jerusalén y el Arca de Noé vuelven a ponerse de moda, con eruditas discusiones entre los protestantes hebraístas y los papistas ortodoxos. La cuestión pareció agotarse al final del barroco, aunque resurge tras el comienzo de la arqueología moderna en Egipto y el auge de la masonería.

  3. Apenas hay repeticiones de valores, todos los estudiosos gustan de dar su propio valor. Sin embargo, la mayoría de los valores se mueven en torno a los 52-56 cm, aunque algunos autores defienden que el codo usado en la Biblia era el vulgar de apenas 44 cm y otros rozan el absurdo con codos de 80 y 96 cm (¡hombres de cuatro metros de alto!).

  4. Curiosamente, la fuente más antigua es la más probable: veremos cómo encaja en las medidas de El Escorial el codo de Herodoto (tres dedos más que el castellano, es decir, 53,98 cm), según la interpretación que hizo el padre Prado en el manuscrito sobre el Templo que regaló a Felipe II.

Veremos más adelante cómo encaja esta proporción en las medidas de El Escorial. Pero antes, estudiemos más en profundidad lo que sabemos de las medidas y proporciones del Templo de Jerusalén, para estudiar a continuación hasta qué punto encajan con las de El Escorial.