1. El salomonismo en el entorno del príncipe (1520-49)

Antes de que al príncipe Felipe se le comparara con el rey Salomón por su prudencia y su actividad constructora, a Carlos V se le había equiparado insistentemente con el guerrero David [30]. Sin embargo, en esa época de erudición clásica y bíblica donde abundaban grandes humanistas, los intereses panegíricos de los Habsburgo apuntaban más bien a los emperadores de la Roma, a la Grecia clásica y a la época dorada del Imperio Germánico.

Pero ese era el mundo pagano, difícil de conciliar con el cristianismo. La fama de Carlos V como héroe religioso debía pasar por la exaltación de la idea de «príncipe virtuoso», de grandes virtudes cristianas.

[30] Sin ir más lejos, por los arzobispos de Colonia y Tréveris en las ceremonias de coronación como Emperador, en Aquisgrán en 1520: «Sean ungidas estas manos con el olio santo, con el cual fueron ungidos los reyes y profetas. Y como Samuel ungió al rey David, así seas buen rey constituido en este reino sobre el pueblo que te dio el Señor para gobernar, teniendo él por bien de conceder esto». Cfr. P. de Sandoval, Carlos V, t. I, pág. 326.

1.1. Carlos V, «el otro David»

El esplendor de la antigua Roma sólo había sido alcanzado por los Reyes de Judá, especialmente por David y Salomón, que gobernaron un potente reino formado por las trece tribus de Israel y Judá, con diferentes razas y religiones, unificándolos en torno al Templo de Jerusalén.

Salomón realizó una importante labor de unificación religiosa. En el rey David y su hijo Salomón confluyeron un conjunto de tribus nómadas muy diferentes. Mientras las tribus israelitas del norte adoraban al Arca de la Alianza donde Yahvé guardaba las Tablas de las Ley, los jebuseos del sur adoraban a su Dios desde Sión, el monte más alto de su territorio.

El rey consiguió unificar el culto religioso de sus territorios, con el poder político que ello le confería como cabeza política y religiosa del Estado. La Biblia relata, con la clara intención de dotar de autoridad al edificio, cómo el mismo Dios, explicó, diseñó –e incluso delineó– los planos del Templo, que entregó de su propia mano al rey David [31], aunque por su pasado guerrero lo construyó el pacífico Salomón [32].

Pero veamos cómo se forjó la fama de Carlos V como un nuevo David [33]. En 1515 el emperador Maximiliano nombró a su nieto de quince años como Duque de Borgoña y gobernador de los Países Bajos al cumplir la mayoría de edad. En un manuscrito sobre la Joyeuse Entrée de Brujas de ese mismo año, se representó a Carlos en el trono de Salomón entre cuatro pilares de oro, rodeado de consejeros, referencias que veremos repetidas cuarenta años después con su hijo Felipe.

Encima de ello se dibujó una alabanza a Dios «que en el día de Dios envía al hijo de David para reinar sobre su pueblo». Carlos aparece a las puertas de una idealizada Jerusalén, alusión a la antiguamente próspera Brujas, entonces en decadencia, donde tres ángeles le reciben con las llaves, el escudo y la corona del reino de Jerusalén [34].

[31] «Todo esto, dijo David, me fue trazado por mano del señor, haciéndome entender todos los detalles del diseño» («omnia inquit venerunt scripta manu Domini ad me ut intellegerem universa opera exemplaris», I Cro 28:19).
[32] «Dijo David a Salomón: Hijo mío, yo había deseado edificar una Casa al nombre de Yavé, mi Dios. Pero me fue dirigida la palabra de Yavé que me dijo: Tú has derramado mucha sangre y has hecho grandes guerras; no podrás edificar la Casa a mi nombre porque has derramado mucha sangre delante de mí» (I Cro 22:7-9).
[33] La tesis del emperador Carlos como un nuevo David es de F. Checa, Carlos V, págs. 27 y ss.
[34] Österreichische Nationalbibliothek, Vienna: cod. Vindod. no. 2591, manuscrito de Remy du Puys. Cfr. F. Checa, Carlos V, pág. 29.
La tryumphante et solennelle entrée, de Remy du Puys (1515)
Salomonis tria officia ex sacris derupte navigation Caroli Imperator, de Pedro de Gante (1520)

Comparaciones similares se dan en el manuscrito Salomonis tria officia ex sacris derupte navigation Caroli Imperator, sobre la partida de España hacia el Imperio en 1521 donde aparecen David y Salomón junto a Carlos y se recuerdan sus episodios más famosos de la Biblia [35], y en el Gestorum Caroli Quinti (Bruselas, 1531), manuscrito que hace patente la similitud entre las casas reales de Carlos V y David, subrayando los paralelismos de cada acontecimiento de la vida de Carlos V con David o Cristo [36].

La Historia de Carlos V de Pedro Mexía (sin ed., 1551) también recordaba cómo tanto David como Carlos V había tenido que reinar por el cúmulo de muertes familiares. Mexía también justificaba las ausencias en Castilla del Emperador comparándolas a las que David debió tener para defender su reino y comparaba las victorias de Carlos V contra Francia con la de David sobre Goliat [37].

Al final de su reinado le dedicaron una edición de los Salmos en Lovaina, «que no se debían dedicar sino a otro David». El Emperador era un gran devoto de los Salmos –que se suponían escritos por David– y en sus últimos años en Bruselas y en el monasterio de Yuste pasó mucho tiempo leyéndolos [38]. ¿No es lógico que Felipe se inspirara también en Salomón teniendo a David como Padre?

[35] Pedro de Gante, 1520, Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial, vitrina 13. Cfr. F. Checa, Carlos V, pág. 59. En la miniatura del fol. 23 Carlos aparece flanqueado con los reyes David y Salomón, lo que podría ser una alusión a las tres coronas imperiales que le serían impuestas. La inscripción de la parte inferior trae un vago recuerdo de los triunfos clásicos: «PERCVSIT SAVL MILLE ET DAVID ·X· MILIA» («Saúl mató a mil, y David a diez mil»). En otra miniatura del manuscrito se representa el Sueño de Salomón, con Carlos retratado como rey y emperador en actitud orante con el cetro a sus pies. Otra representa el famoso Juicio de las dos madres y el niño muerto. Finalmente, en una de las miniaturas más características, el texto comenta la Petición de Salomón a Dios de la sabiduría al comienzo de su reinado. Cfr. F. Checa, ibídem.
[35] Erard de la Mark, Gestorum Caroli Quinti [...], Bibliothèque Royale Albert Ier, Bruselas, 1531. Cfr. F. Checa, Carlos V, pág. 83. El dibujo inicial incluye la siguiente inscripción: «David Rex fortis Imperator potes; Carolis fortis potes; Carolis fortis potens rex gloriae virtutum diminus». En el frontispicio David aparece con arpa en la mitad izquierda del dibujo, en disposición simétrica a la de Carlos V. Los escudos de la parte inferior ofrecen un curioso ejercicio heráldico: el de Jesús está flanqueado por los de Carlos V y David, con coincidencias como la Cruz de San Andrés Borgoñona y el leon belgico de Flandes y Jerusalén. Cfr. F. Checa, ibídem.
[37] P. Mexía, Carlos V, págs. 19, 130 y 537: «el profeta Samuel, quando fué a la casa de Isay a consagrar y elegir al rey que auía de ser de Ysrael [...] ¿Por vetura no tienes más hijos que éstos? Y el Ysaí le respondió que sólo vn pequeñito le quedaua [...] y éste era Dauid [...] -Leuántate y úngelo, que este es el que á de ser rey de Ysrael. Ansí pareçe, como se á visto, que estos Católicos Reyes pusieron delante su hijo y su hija, y después su nieto; pero por secretos juyçios de Dios no fueron admitidos para el reyno, por éste otro era el David que Él tenía escoxido para ello, avnque chiquito y apartado, y oluidado por ventura para esto; y ansí en todo á sido ymitador de Dauid, en la religión y defensión de los reynos y acreçentamiento dellos». Cfr. F. Checa, ibídem.
[38] «Fray Francisco Titelman, varón de letras y santidad, insigne catedrático de escritura en la Universidad de Lovaina, le dedicó la expresión dulce y sabrosa que sobre los Salmos de David hizo, y en la carta dedicatoria le compara al real profeta David, diciendo ser su semejante […] que los dulces cantos de David […] no se debían dedicar sino a otro David [...y que] todo cuanto en David pinta y encarece la Sagrada Historia, de tal suerte se hallaba en el César, y se venía en los ojos de todos, que más parecía encontrarse el nombre de David que tratar de imitarle». P. de Sandoval, Carlos V, tomo III, págs. 568-569.

1.2. Erasmo y la educación salomónica de un príncipe cristiano

Pero a Carlos no sólo le comparaban con las virtudes del rey David. También le advirtieron de que debía evitar el convertirse en un rey guerrero como el monarca bíblico. Erasmo de Rotterdam lo hizo explícitamente en 1516 en la introducción del Institutio principis christiani, donde advertía a Carlos de que Dios prohibió a David «que le construyese un templo sólo porque era sanguinario, es decir guerrero. Para construirlo eligió al pacífico Salomón» [39].

Erasmo da al Templo el sentido de la unión de los cristianos en una única Iglesia y aconsejaba al príncipe buscar la sabiduría: «aquella sabiduría que los príncipes deberán intentar obtener, la única que, después de desdeñar las demás cosas, deseó Salomón, el más prudente adolescente». Bataillon señaló que la Institutio principis «fue traducida al castellano por Bernabé Busto, maestro de los pajes de su majestad, para que la leyese el Príncipe Don Felipe», según dejó escrito en 1532 [40].

[39] E. de Rotterdam, Educación, cap. XI.15; ed. mod. págs. 3 y 176: «David fue muy agradable a Dios por otras virtudes y, no obstante, le prohibió que le construyese un templo sólo porque era sanguinario, hoc est guerrero. Para construirlo eligió al pacífico Salomón. Si esto sucedió entre los judíos, ¿qué deberá suceder entre nosotros, los cristianos? Ellos tenían la sombra de Salomón, pero nosotros al verdadero Salomón, que es Cristo pacificador y reconciliador de todo en el cielo y en la tierra».
[40] M. Bataillon, Erasmo y España, pág. 628, n. 26.
E. de Rotterdam, Educación (Institutio principis). Portada e introducción con dedicatoria a Carlos para que buscara la sabiduría de Salomón, el más prudente adolescente, hijo de David, padre sapientísimo de un hijo sapientísimo.

La Educación del príncipe cristiano fue escrita por Erasmo como réplica a El Príncipe de Maquiavelo (1513) tras ser nombrado consejero de Carlos en la corte de Bruselas. La monarquía que soñaba Erasmo supone un contrato tácito entre el príncipe y sus súbditos. Reinar consistiría en mantener la justicia en el inte­rior del reino y mantener la paz con las naciones vecinas.

Podemos considerar continuadores de esta obra el Libro áureo de Marco Aurelio (Sevilla, 1528) y el Relox de príncipes (Valladolid, 1529) de fray Antonio de Guevara, dedicados también a Carlos V, del que fue predicador real, redactor de discursos oficiales y miembro del Consejo.

Imágenes parecidas se pueden encontrar en el principal adversario del Emperador: el humanista francés Guillaume Budé, en la dedicatoria de su manuscrito Institution du prince al rey Francisco I, presentaba a Salomón como modelo de sabiduría e inspiración para cualquier soberano justo de Francia [41].

No sería el único. Francisco de Monzón, capellán del rey de Portugal, escribió su Espejo del Príncipe christiano (Lisboa, 1544) dedicado a Juan III, hermano de la emperatriz Isabel y tío de Felipe II. Salomón no sólo es un rey sabio, sino que su actividad constructora servía también como aglutinante de las voluntades de sus súbditos. Monzón describe ampliamente el Templo de Jerusalén, desarrollando la tesis de que el Templo debe ser un ejemplo y precedente para los reyes cristianos [42]. Así, presenta a Juan III como un nuevo Salomón por sus iglesias y monasterios, que sumadas superaban al famoso Templo, elogiando a Lisboa como una nueva Jerusalén:

«[...] hago comparación entre Salomón y el rey don Juan tercero nuestro señor / por cuando no ser menos su magneficencia que la que hemos contado de Salomón [...] Encaresciasse y con mucha razon la grande piedad de Salomon en hazer aquel magnifico templo [...] pero que diremos que en toda Portugal no aya yglesia ni monesterio [...] que no aya sido edificado a expensas reales y assi ay muchos templos en Africa, en las Yndias y en todas las insulas de nauegacion [...] y no hay dubda sino que si se juntasse todo el valor desto que excederia al valor de los vasos y ornamentos de Salomon» (fols. 180v y 183) [43].

[41] Ehsan Ahmed, «Wisdom and Absolute Power in Guillaume Budé’s Institution du Prince», en Romanic Review, marzo de 2005. Cit. por H. Kamen, Enigma, pág. 117.

[42] J. L. Gonzalo («Imagen salomónica», pág. 731) señala la compra de Felipe II de este libro en 1545. Monzón, nacido en Madrid a principios del siglo y muerto en 1575, era el capellán del rey Juan III (João) y de su nieto don Sebastián. Antes había sido catedrático de prima de teología en la recién creada Universidad de Coimbra, tras ganar fama como predicador en Madrid. De allí pasó por oposición a Lisboa, como canónigo magistral de la Metropolitana. Manuel I (1469-1521), padre de Isabel y Juan III, también recibió la misma comparación dentro del ambiente hierosolimitano que se estaba dando en Lisboa y cuyo máximo exponente fue el monasterio jerónimo de Belén: J. Mucha Gato y N. Sapieha, «Nova Belém», pág. 37: «Numa mimesis da história de Israel: a transmissão do trono de D. João II para D. Manuel é comparada por Duarte Galvão ao episódio bíblico de Saul é David; a edificaçao do Mosteiro de Belém e mimetizado, por D. António Pinheiro, ao ciclo de David e de Salomão na construçao do Templo de Jerusalém; João de Barros compara D. Manuel a Salomão».
[43] Francisco de Monçon, Libro primero del Espejo del príncipe cristiano, caps. LV-LVII. Monzón identifica el Templo de Salomón con el de Herodes, según la descripción de las Guerras de Josefo, aunque simplificando sus medidas a 300x100 codos: «el templo era quadrangular, que tenia mas largo que ancho tres vezes» (fol. 178v). Lisboa, Luis Rodriguez, 1544 (reed. en 1571).

Felipe II tendría su propia Institucion de un rey christiano (Felipe de la Torre, Lovaina, 1556) nada más llegar al trono, pero será mejor verla más adelante dentro del ambiente de salomonismo que se gestó en esa época en los Países Bajos. El escritor aragonés, sospechoso de simpatizar con los protestantes, fue maestro de la Universidad de Lovaina, donde formó parte un grupo capitaneado por Pedro Jiménez, junto con otros erasmistas como Fox Morcillo, Juan Páez de Castro, Fadrique Furió Ceriol y fray Julián de Tudela. Aunque fruto de unos años donde veremos comparaciones parecidas más adelante, es interesante encontrar en Erasmo un origen común a todas ellas [44].

La cadena seguiría al menos dos generaciones más. Al año siguiente de la muerte de Felipe II, el profesor y predicador jesuita Juan de Mariana (1535-1624) publicó su famosa De rege et regis institutione, que había preparado por encargo de García de Loaysa, preceptor de Felipe III, cuando éste era príncipe. Fue uno de los libros más discutidos y escandalosos de la época, por lo que llegó a conocer la cárcel. En ella, elogiaba a diversos tiranicidas, lo que le granjeó numerosas simpatías entre los rebeldes de los Países Bajos.

El padre Mariana subrayaba la sumisión del rey a las leyes del reino, una idea típicamente erasmista. En su capítulo sobre las obras públicas que debería acometer un rey para que «los que están bajo su autoridad vivan con la mayor felicidad posible», recuerda a Felipe III como su padre se había comportado como un nuevo Salomón en su actividad constructora: «Entre los ju­díos siguió estos preceptos Salomón, que invirtió todos los tesoros del imperio en edificar un templo muy suntuoso [...] Entre nosotros se ha hecho acreedor a la mayor alabanza nuestro gran rey Felipe II» [45].

[44] Para comprender el alcance de las ideas de Erasmo en la educación del príncipe, ver la novedosa tesis doctoral de J. L. Gonzalo, El Erasmismo y la educación de Felipe II (1527-1557), que estudió la influencia que tuvieron los preceptores humanistas del príncipe en los períodos entre 1541-1545 (Calvete de Estrella, Juan Ginés de Sepúlveda, Honorato Juan y Francisco de Vargas) y finalmente entre 1545-1557, período durante el que la Casa del príncipe Felipe acogió a un nutrido grupo de humanistas erasmizantes. Se trató de la conclusión natural a un proceso que había pretendido «erasmizar» al hijo y heredero de Carlos V desde su nacimiento, y que ahora encontraba en el propio Felipe un valedor. Para Gonzalo (ibídem, pág. 15) «constituye el colofón de un proceso iniciado en 1528 por Alfonso de Valdés, y que los cambios acecidos en Europa a partir de 1559 enterró de manera definitiva».
[45] J. de Mariana, Dignidad real y educación del rey, lib. III, cap. X, pág. 361.

1.3. El Templo en la educación humanista del príncipe Felipe

Probablemente una de las primeras compras de un libro del príncipe, a la temprana edad de doce años, fue pre­ci­sa­men­te Las guerras judías de Josefo [46], del que existía edición castellana desde 1492. Entre los primeros libros que compró posteriormente, guiado por sus primeros maestros, había mucho donde leer sobre el Templo de Jerusalén, como señaló el mayor especialista en la formación y en la biblioteca de los Habsburgo españoles, José Luis Gonzalo [47].

[46] Archivo General de Simancas, sección Casas y Sitios Reales 36, fol. 8; entrada para el 20 de marzo de 1540: «Mas a Juan de Medina, librero vezino de Madrid, quinze rreales por tres bolumenes de libros: De Josepho De Bello Judaico y de Antiqutatibus para Su Alteza, qu montan quuintos y diez murs». El príncipe tenía entonces doce años, por lo que es probable que esta compra, recogida en los libros de cuentas de su casa y que incluía un «libro de hojas grandes que pedio su alteza para pintar», fuera recomendada por sus preceptores, Juan Martínez de Silíceo y Juan de Zúñiga. Cfr. G. Parker, Felipe II, 1984, pág. 26.
[47] Véase el extraordinario trabajo de J. L. Gonzalo: «Imagen salomónica». Lo que aquí presento es sólo un pequeño resumen de un laborioso trabajo y unas reflexiones excepcionales sobre el marco de salomonismo en que Felipe ideó el Monasterio de El Escorial.
Libro de cuentas con la entrada del 20 de marzo de 1540 comprando un lote de libros para el príncipe Felipe, que incluye las «Guerras de los judíos» (De Bello judaico) y las «Antigüedades judías» de «Josepho».

No me quiero extender mucho en un asunto tan perfectamente desarrollado por este autor, pero sí me gustaría destacar que el príncipe Felipe tenía libros como Le livre des merveilles du mond de Jean de Mandeville, con una buena descripción de los Santos Lugares y de Tierra Santa, el Dictionarivm trilingve de Sebastián Münster, de donde aprendería algunas nociones de hebreo, el Liber chronicarum de Hartman Schedel, con ilustraciones de Jerusalén y plantas de los Templos de Herodes y de Ezequiel, el Commentariorum in Ezechielem Prophetam de San Jerónimo comentada por Erasmo, y las Postillae de Nicolás de Lira, con su elegante planta del Templo de estilo medieval.

También tenía los Comentarios a Ezequiel de Ricardo de San Víctor, con unos interesantes esquemas gráficos de las diferentes partes del Templo, el Laudes Hierusalem de Charles Bovelle, el Terrae Sanctae descriptio de Jacob Ziegler y Wolfang Vuessenburg, la Biblia Hebraea, Chaldaea, Graeca & Latina, dos ediciones del Diccionario de nombres bíblicos de François Vatable y Robert Estienne y el Libro de Retratos de François Frellón, con grabados de Hans Holbein.

Inter theologis doctoris celeberrimi [...] in Visionem Ezechielis de Ricardo de San Víctor (ca. 1170, ed. Lyon, 1534) y las Postillae super Bibliae de Nicolás de Lira (ca. 1330, ed. Lyon, 1545)
Los grabados de Hans Holbein el Joven para los Retratos de François Frellón (Lyon, 1543)
El Liber chronicarum de Schedell (Nuremberg, 1493)
Exterior del Templo de Salomón y vista del Templo de Ezequiel según la Biblia de François Vatable y Robert Estienne (París, 1539-1541)

No se trataba de un interés particular de sus maestros, sino una «materia de interés general en la Cristiandad, siempre obsesionada por la recuperación de Jerusalén y los Santos Lugares, bajo dominio otomano». Gonzalo concluye con la imposibilidad de que se niegue el desconocimiento del Templo por parte de Felipe II y de que no se viera influido por la mitología en torno al mismo [48].

A mí me gustaría ser mucho más contundente: sería de agradecer que algunos de los historiadores críticos con la posibilidad de que El Escorial evoque el Templo de Jerusalén hubiera hojeado alguno de estos libros para interesarse por la imagen real del Templo, que parecen desconocer por completo. Está claro que Felipe, desde niño, tenía muchísima más información sobre el asunto que ellos.

También debemos destacar la falta de homogeneidad de las soluciones arquitectónicas que ilustran los textos, algo a lo que volveremos más adelante. Se deben, en mi opinión, a dos razones: la dificultad de trasladar a un plano descripciones puramente literarias (con varias fuentes e idiomas diferentes) y que los que realizaron esas primeras reconstrucciones eran hábiles grabadores guiados por teólogos, y no arquitectos experimentados. La arqueología de los Santos Lugares, por otra parte, era imposible en la práctica y sólo podía sustituirse por las crónicas de los peregrinos.

[48] J. L. Gonzalo: «Imagen salomónica», págs. 734 y 748-749: «No cabe duda, pues, de que, a la altura de 1548, concluidos ya sus estudios, el príncipe tenía una idea bastante completa de la arquitectura vitruviana, del mundo bíblico y del Templo de Salomón, elementos todos ellos que, combinados hábilmente años más tarde, sustentarán el discurso arquitectónico y simbólico de la fábrica de El Escorial. Su desconocimiento por parte de Felipe II no puede ser defendido […] Resulta poco creíble que Felipe II, al concebir la idea del Real Monasterio, no se viera influido por toda la mitología salomónica elaborada en torno a su coronación y, en especial, por aquella que le hacía autor de la restauración del Templo de Salomón […] Se trataba de una variación universalista de la idea del templo surgida en torno a la conversión al catolicismo de Inglaterra […] la idea persistió y encontró un nuevo acomodo en el proyecto providencialista católico que se acuñó con el advenimiento de Felipe II al trono». Recomiendo fervientemente la lectura de este revelador artículo.

1.4. ¿Qué quiero decir exactamente con «salomonismo»?

Empezaré por aclarar el significado del término «salomonismo». Un conocido estudioso sobre Felipe II ha querido ver en esta palabra el nombre de algún tipo de «culto», probablemente ocultista, masón y hasta new-age, del que Felipe II podía ser un «creyente devoto» [49].

En realidad, es una expresión muy usada por numerosos autores para explicar el ambiente de ese «biblismo» concreto que acompañó al entorno de Felipe durante su estancia en los Países Bajos [50]. Con esta expresión se define una manera de actuar que toma como modelo al rey Salomón. Señala por tanto a personas justas, sabias, equitativas y no extremistas, así como a constructores de grandes templos dedicados a Dios. Se habla también de una «decisión salomónica» cuando se busca la equidistancia entre dos posturas.

En mi caso, define un «salomonismo» exégeta, entendido como una manera de usar la historia bíblica de Salomón como modelo para reyes y vasallos. Las analogías bíblicas y mitológicas se tomaban muy en serio en aquella época y se usaban de forma indirecta para ensalzar o denostar personajes, argumentos o corrientes políticas. Así debemos entender las continuas referencias a Felipe II como un nuevo Salomón para justificar la abdicación de Carlos V, para señalarle la importancia de un gobierno «prudente» apoyado en los ministros y consejeros más que en la autoridad real, y para motivarle a reconstruir la unidad de la Iglesia.

Un segundo episodio de «salomonismo» se dio en España a partir de la publicación de la Biblia Regia de Arias Montano en 1576 [51] y de la colocación de las estatuas de los Reyes de Judá en la fachada de la Basílica de El Escorial en 1584, que desembocó en la publicación de Villalpando sobre el Templo de Salomón en 1595 y en una fuerte polémica entre los que defendían las fuentes hebreas de la religión cristiana y los que sospechaban por judaizantes de los primeros. La colocación de las estatuas debe verse como un apoyo explícito del rey a la Biblia Regia, a Montano, al biblismo y al humanismo erasmista.

Hemos visto que Felipe II conocía muy bien la descripción del Templo a través de su primera biblioteca privada. También Villal­pando relata como el propio rey, ya anciano, pero demos­trando que le resul­taba familiar esta cues­tión, sugirió al jesuita modificaciones relativas a la arqui­tec­tura del edificio bíblico [52].

[49] H. Kamen, Enigma, pág. 130: «este autor [se refiere a mí] insiste en la idea de que el rey era un creyente devoto de algo –que nunca se define, pero que parece ser algún tipo de culto– llamado "salomonismo"».
[50] El «biblismo», cuyo máximo exponente fue Arias Montano, se puede considerar una variante de las ideas erasmistas caracterizado por centrarse más en la lectura directa de la Biblia, sobre todo en sus lenguas originales, y dar menos peso específico a las interpretaciones de los Santos Padres y los Doctores de la Iglesia.
[51] La Trilingüe complutense de Cisneros (1517), realizada en un tiempo en que el erasmismo y los estudios hebraicos aún no eran sospechosos en España, estaba agotada hacía muchos años. Los teólogos consultados aplaudieron la idea de incluir una versión siríaca y otra caldea (es decir, aramea), además de la hebrea, griega y latina, sugiriendo de paso que fuera Montano, como reconocido experto, el que la supervisara. El último de sus ocho volúmenes, titulado Apparatus, incluía sus estudios sobre el Templo de Salomón (De sacris fabricis liber: De Arcae fabrica et forma et De Templi fabrica, 18 págs.) y el polémico De arcano Sermone (120 págs.), acerca de las dificultades de la traducción del hebreo. Montano citaba constantemente como autoridades comentarios judíos, y en algún caso doctores protestantes (B. Rekers, Arias Montano, pág. 64). En 1593, como contrapunto a Villalpando, se reimprimió el Apparatus con el más expresivo título de Antiquitatum Iudaicarum libri IX. In quibus praeter Iudaecae, Hyerosolymorum, ac Templi Salomonis accuratam delineationem praecipui sacri ac profani gentis ritus describuntur, con una extensión de doscientas páginas y un cuerpo de ilustraciones grabadas en cobre, similares a las de la Biblia Sacra.
[52] J. B. Villalpando, Explana­tiones, II.II.XX, pág. 93b, II.V.XL, pág. S-418b y II.V.LX, pág. S-468b: «Al explicarle yo [...] cada una de estas descripciones [...] su Real Magestad com­prendió al momento muchos aspectos sobre cada una de los aspectos sobre cada una de las partes de estos grabados; e incluso, con afabilidad, advirtió que faltaban algunos datos». En la dedicatoria Villalpando agradece toda su formación al rey, sin cuyo gran ánimo y sabiduría, que le hacen semejante a Salomón [Salomonis celsitudinem animi ac sapientiam imitatus], no hubiera podido publicar su obra.

De alguna manera, este ambiente fue semejante al «milenarismo» que había acompañado a la corte castellana desde medio siglo antes. En el cambio de siglo, desde aproximadamente 1490, Fernando el Católico uso argumentos milenaristas para reunir nobles en torno suyo para conquistar Granada, que po­drían terminar arrebatando los Santos Lugares al turco. Crisóbal Colón también estaba convencido de que el descubrimiento de la nueva ruta hacia Oriente sería el prólogo para la recuperación de Jerusalén en una nueva cruzada, argumento con el que trataba de seducir a los Reyes Católicos.

Carlos V, que nació en 1500, justo con el medio milenio, se benefició de esta esperanza milenarista para la consecución del título imperial y para justificar la conquista de América y la conversión de los indios. Y aunque Fernando de Aragón, Colón o Carlos V no se reunían en cuevas secretas a rendir culto al «milenio», sí podemos señalarles como partidarios convencidos del «milenarismo».

En este sentido se usa comunmente la palabra «salomonismo», no como una asociación, corriente de pensamiento o culto, sino como una afinidad con el personaje bíblico, un modelo para un proceder adecuado. Así, el rey Salomón era un modelo de prudencia en el gobierno y de sabiduría frente a las ansias guerreras de su padre David, pero también se le vio como el constructor de la primera morada de Dios en la Tierra, la primera Domus Dei.

Actualmente decimos que alguien es «madridista» o «barcelonista» por su afición o afinidad con ese equipo concreto, sin necesidad de adscribirlos a ningún grupo organizado, culto, secta o asociación secreta. Hace falta ser muy retorcido para ver otras intenciones en una afirmación así.

1.5. El «salomonismo» en la arquitectura religiosa

Por otra parte, este «salomonismo» tuvo consecuencias muy directas en la arquitectura, donde no sólo se buscó el prestigio que ofrecía la comparación con su modelo arquitectónico [53] y con su sabio constructor, sino que se buscó repetir sus sencillas proporciones métricas.

Estas proporciones ha­bían sido ya utilizadas en la Edad Media, desde que las trataran San Agustín y algunos neoplatónicos y pueden encontrarse en muchos monumentos románicos y góticos. Dada su inspiración divina, muchos las consideraron ideales para el diseño de las iglesias cristianas.

[53] No debe confundirse la utilización de un modelo arquitectónico con la reconstrucción de dicho modelo. Veremos más adelante cómo los arquitectos renacentistas, a diferencia de los neoclásicos, mantenían una imagen literaria y erudita de los modelos ideales o idealizados de la Antigüedad, pero sin buscar la reconstrucción literal.

Santa Sofía de Constantinopla (532-537) fue construida sobre la primitiva Basílica de Constantino en tan sólo cinco años. Justiniano, según su cronista oficial Procopio, al ver Santa Sofía terminada exclamó: «Salomón, te he superado». Su proporción original, según Scheja [54] sería de 300 pies bizantinos por 100 de anchura (la cúpula) y 150 de altura, proporciones también coincidentes con las del Templo de Salomón (60 x 20 x 30 codos). Scheja también recuerda la presencia de unos querubines en las pechinas de la cúpula, como único elemento figurativo del templo además de la cruz.

[54] Cit. por J. A. Ramírez, Dios arquitecto, págs. 86 y ss.

La Sainte-Chapelle en París (1242-48) es una de las obras maestras de la arquitectura gótica. Fue construida por Luis IX para albergar la supuesta corona de espinas de Cristo y fragmentos de la Vera Cruz, probablemente para evocar paralelismos con la Corona francesa. El edificio parece pequeño, aéreo, con proporciones 10'50x30'50 m. El parecido con el Templo de Salomón (que no olvidemos era también una capilla palatina de medidas interiores 20x60 codos, con codos de aproximadamente medio metro) se subraya también por su cercanía a St-Denis.

La Basílica de St-Denis, al norte de París (1132-44), donde el abad Suger desplegó una suerte de comparaciones con el Templo de Salomón al consagrar la nueva cabecera poligonal de la antigua abadía, con su girola y capillas absidales, marcó el comienzo del gótico francés. Suger señala que su templo y el de Salomón se construyeron con la misma finalidad (ser la Casa de Dios) y que ambos tienen el mismo autor (Dios, ya que señala que concibió St-Denis en una revelación) [55].

[55] «No he actuado atribuyendo de lo menor a lo más grande, no más por la Salomonidad del Templo, que el nuestro ha sido suficiente trabajo, al menos el mismo trabajo que el autor que se le atribuye. La identidad del autor y su trabajo satisface por tanto al obrero» (De consecratione ecclesiae sancti Dionysii, II, 218, cfr. O. von Simson, Catedral gótica, págs. 16, 113 y 154). St-Denis es el lugar de entierro de los reyes franceses (incluyendo a Enrique II, padre de Isabel de Valois y suegro efímero de Felipe II), por lo es posible que el monarca español conociera las palabras del abad Suger sobre su intento de reconstrucción «simbólica» del templo salomónico.
Estado original de la capilla palatina de Aquisgrán y antigua corona del emperador Carlos I el Grande «Carlomagno» que se conserva en el Kunsthistorisches Museum de Viena, que lleva en uno de sus laterales la inscripción de «Rex Salomon» junto a un dibujo del rey bíblico y que fue usada por Carlos V para su coronación como Imperator Romanorum en 1520.

Incluso los autores más reticentes a admitir influencias del Templo de Jerusalén en El Escorial reconocen estas influencias en otros edificios como la catedral de Aquisgrán (ca. 790-805), aunque su planta octogonal recuerda más a la Cúpula de la Roca (la imagen del Templo que traían los peregrinos de Jerusalén) que al verdadero Templo de Salomón sobre la que se construyó. También Carlomagno fue comparado con el rey Salomón durante su reinado [56].

[56] Por ejemplo, H. Kamen (Enigma, pág. 123): «A principios del siglo IX, cuando el emperador Carlomagno erigió la catedral de Aquisgrán, uno de sus consejeros, el inglés Alcuino de York, alegó que "había sido construida conforme a los principios aplicados por el mismo sabio Salomón durante la construcción de su templo". También comparaba al mismo Carlomagno con el soberano bíblico, así como a su padre con el rey David. El paralelismo entre personajes de la realeza que construyeron iglesias y el rey Salomón y su templo se encuentra en numerosas iglesias medievales en toda Europa».

En el Renacimiento las inscripciones de los frescos de Perugino de los arcos triunfales de la Capilla Sixtina (ca. 1471-84), en la escenificación de la Entrega de las llaves a San Pedro, se refieren al papa Sixto IV como nuevo Salomón constructor de la capilla vaticana, cuarta reconstrucción del Templo jerosolimitano: «Tú Salo­món, consagraste este inmenso templo por cuarta vez» [57].

Las medidas de la Sixtina son de 40'23x13'41 metros, con altura 20'07, lo que supondría un codo de 67'05 cm, que para Battisti coincide con el «co­do palestino de tela». Subraya también el parecido arquitectónico: tres pisos, el interior dividido en dos partes, una para el Sancta Sanctorum, con proporción 3x1x1'5 (60x20 codos, con altura 30) perfectamente rectangular, ventanas oblicuas y cámaras laterales alrededor.

Durante la Contrarreforma florecieron especialmente los estudios salomónicos, espoleados por la construcción de El Escorial. La polémica dividió a los estudiosos entre los que se interesaban por la reconstrucción teórica del templo sin olvidar las raíces judías del cristianismo y los que buscaban cristianizar la arquitectura pagana mediante la singular teoría de que los romanos basaron sus órdenes y su sentido de la proporción en los antiguos hebreos. Probablemente de estas dos ideas a la vez había surgido el «salomonismo» de El Escorial, y de su difícil acuerdo el olvido de su génesis.


[57] «Inmensu[m] Salomo Templum tu hoc quarte sacristi» (E. Battisti, Renacimiento y Barroco, pág. 66). En el testamento político de Nicolás V se le compara con el saber, inteligencia y doctrina de Hiram, el constructor del Templo (ibídem, pág. 69): «Si Hiram quoque Tyrensem famosissimi Templi Salomonis nam Architectum, sed singularem aeris magistrum, opificemque aerarium, de apientia, intelligentia ac doctrina, & de sculpendi arte, statuariaque sacris Libri apprime laudatum fuisse novimus: quanto nos majores Nicolao nostro laudes largiri praebereque praebereque impellimur». En 1513 Julio II se proclama heredero del «salomonismo» de su tío Sixto IV, el constructor de la Capilla Sixtina: «El sabio Salomón, aunque no iluminado por la luz del cristianismo, no reparó en gastos para edificar al Señor Dios una casa digna de Él. También nuestros predecesores, y ante todo nuestro tío Sixto IV, que descansa en el Señor, se afanaron en tal intento» (ibídem, pág. 71).
Breve tratado de arquitectura acerca del orden Salomónico Entero, de fray Juan Andrés Ricci (1663), y la Architectura Civil Recta y Obliqua, de Caramuel (1678) y su orden salomónico

Finalmente, en el Barroco proliferaron las imitaciones de las columnas torsas del Baldaquino de San Pedro (1624-1633). La intención ideológica fue asemejar el Vaticano a un nuevo Templo de Salomón, probablemente en competencia con El Escorial, para separarse del código renacentista basado en Vitruvio y abrir nuevas posibilidades a la arquitectura clásica [58].

En el Barroco hispánico destaca la presencia de columnas salomónicas en la práctica totalidad de retablos y sagrarios del siglo XVII en España y América, y en multitud de tratados arquitectónicos sobre su trazado y sobre el orden salomónico, como los de Juan Ricci, Juan Caramuel y Guarino Guarini. Destaca especialmente el de Caramuel, donde la cita a Felipe II y su Escurial aparece explícitamente en el título y en la inclusión de una reconstrucción del templo rectangular de Jerusalén, basada en la de Jacob Judá León, junto a un grabado de El Escorial. [59].

[58] M. García Fernández (Arquitectura salomónica, pág. 371) señala que sin los tratados sobre el orden y la arquitectura salomónica sería imposible explicar la peculiar arquitectura barroca de la Nueva España, tanto en las catedrales como en los con-ventos y los santuarios.
[59] Juan de Caramuel y Lobkowitz, Arquitectura civil recta y oblicua, considerada y dibvxada en el Templo de Iervsalen [...] Promovida a svma perfeccion en el Templo y Palacio de S. Lorenço, cerca del Escvrial, que invento con su Divino ingenio, delineo con su real mano [...] erigio el Rey D. Phelippe II. El madrileño llegó incluso a concebir una nueva arquitectura, que él llama oblicua, a partir de la arquitectura del Templo de Jerusalén, que oportunamente compara con El Escorial.