1678. Juan Caramuel
De carácter ya plenamente barroco, el obispo cisterciense de Vigevano (Italia), noble, profesor, lingüista y filósofo Juan de CARAMUEL DE LOBKOWITZ (Madrid, 1606-1682) titula su tratado de arquitectura en tres tomos, uno de ellos sólo con ilustraciones, «Architectvra civil recta y obliqva». Caramuel, entroncado con la linajuda estirpe bohemia de los Lobkowicz, era hijo de un luxemburgués afincado en España desde 1586, con un largo historial de servicios an la guardia flamenca durante tres reinados y casi medio siglo.
En los tres espléndidos tomos, partiendo de la primera cabaña de Adán y culminando en el Templo de Salomón, justifica una nueva arquitectura a la que llama oblicua, realizada de acuerdo con el plano inclinado y los efectos de la perspectiva artificial, que representa un alegato a favor de la libertad creadora del arquitecto. Llega a dictaminar una disminución constante hacia el centro en el grosor de las columnas concéntricas, razonando que el sistema clásico se basaba en premisas arbitrariamente aceptadas y en desarrollos aceptadas y en desarrollos limitados de las mismas. Proponía once órdenes diferentes, incluyendo el Ierosolimitano, el «gótico» y los cinco clásicos, valorando la tradición medieval y los soportes antropomórficos, con el consiguiente descrédito de Vitruvio.
Este monje cisterciense madrileño figuró entre los hombres más eminentes de su tiempo. Destacó como excelente gramático, lógico, metafísico, teólogo, musicólogo, poeta y jurista. Defendió contra los italianos la escala de siete notas. Los detalles arquitectónicos de ambos, como la base sobre la que se apoya, se basan en Villalpando, aunque la posición ladeada del Templo y su indudable forma rectangular es claramente rabínica.
Según Fernández Santos, la reconstrucción que hace del templo depende de manera casi absoluta de la de Judá León, de la que toma todas las citas en hebreo del tratado proemial (salvo ocasionales erratas) y las láminas, que son notablemente parecidas. Tan sólo se separa de León en el conflictivo punto de las ventanas y la oblicuidad de las mismas. Por otra parte, justificando de alguna manera lo censurable de sus fuentes, el madrileño solucionaría sus escrúpulos con el malvado Herodes adjudicándole sólo la restauración del Segundo Templo, que había reedificado Zorobabel y profetizado Ageo. El uso del edificio hierosolimitano como arquetipo justifica teóricamente ciertas posiciones de Caramuel, en las que el escepticismo sobre las normas vitruvianas y la comprensión por «la licencia» implican una actitud racionalista que anticipa ciertas posturas de de la Ilustración.
En cuanto a las proporciones que Caramuel propone para el orden tyrio -el que se uso para las dos columnas del frontal del Templo- discute la proporción propuesta por Villalpando de 1:9, que coincidía con el orden corintio, y defiende la proporción 1:5, mucho más sólida y no menos hermosa. En un sutil ataque a Borromini y a Juan Ricci, denomina mosaica a la columna torsa, afirma que es una invención de los judíos y no corrobora que fueran las empleadas en el Templo, como tradicionalmente se adjudicaba a las conservadas en el Vaticano. No cree que fueran de un orden particular, sino que podrían aplicarse a cualquier orden y proporción.
----Juan Antonio Ramírez, «Caramuel: probabilista, ecléctico y deconstructor», en Dios Arquitecto, págs. 109-114, Siruela, Madrid, 1992.
Peña Buján, Carlos (2008). La Architectura civil recta y obliqua de Juan Caramuel de Lobkowitz en el contexto de la Teoría de la Arquitectura del siglo XVII. Tesis doctoral. Universidad de Santiago de Compostela, 2007.
Jorge Fernández-Santos Ortiz-Iribas, «Austriacus re rectus obliquâ: Juan Caramuel y su interpretación oblicua de El Escorial», en El Monasterio del Escorial y la arquitectura: actas del simposium, Real Centro Universitario Escorial-María Cristina, 2002.